martes, 15 de febrero de 2011

Ejercicio Nº7: Voltear:

Cuando conocí a Mario Vargas Llosa

Fue la única vez que vi a Mario Vargas Llosa. Mi tío abuelo me convenció de ir a conocerlo. Mi tío abuelo sólo lo había visto por foto o por la televisión, pero nunca en su vida leyó un libro de Mario Vargas. Fue ahí cuando salimos, era una tarde muy gris con demasiada neblina. Mi tío casi y nos obliga a mi y a mi hermano para ir a ver a Mario Vargas. Salimos muy temprano con gran apuro al Museo de la Nación, ya cerca al anochecer. El inmenso edificio se observaba resplandeciente como cuando hay una noche de gala lleno de luces y al llegar se apreciaba en la entrada el camino iluminado de velas. Subimos al segundo piso a primera vista todo el público presente lucía ropa elegante y muy refinada. Justo al fondo del local, vi my atentamente a Mario, estaba con un terno negro y una sonrisa agradable, estaba parado apoyado sobre un atril frente a los invitados. Pero noté algo peculiar, su expresión inerte, un color amarillento, con tapones de algodón por todos sus orificios y un olor desagradable. Esa noche que vi por primera vez a Mario Vargas Llosa, sabía que sería la última vez que lo vería.

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